LA PIEDRA
No me des la dureza compacta de la piedra,
dame su suavidad y su calma,
el color apacible de su cuerpo;
no golpees bruscamente con su canto
en la frente del rostro que te observa
hendiéndole una brecha amarga
de dolor y desprecio.
La piedra, a solas, es materia inerte,
pero entregada con dulzura en otras manos
es una flor
no perecedera.
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